En 1979, el Partido Comunista de China emitió la “política de un niño“, que tenía como objetivo desacelerar el crecimiento demográfico del país, al tiempo que limitaba el creciente drenaje de los recursos limitados de China. Estos objetivos se han cumplido, pero a un costo humano extraordinario. La aplicación draconiana de estas políticas, combinada con las consecuencias involuntarias en las familias y la preferencia cultural por los niños varones, tendrá un impacto eterno en el futuro del país.